miércoles, 22 de octubre de 2008

Mediocracia y cultura






Fragmento de "Crítica de la sociedad del espectáculo", de Carlos Pinedo (ISBN: 84-7327-134-3, Barcelona, 1986, Colección El Laberinto, pp. 107-111):


Teniendo en cuenta que lo que caracteriza a nuestra especie es un desarrollo fisiológico retardado, una juventud persistente y la desprogramación orgánica de sus instintos, el hombre necesita dotarse de otros “programas”, constituidos por la cultura y las instituciones. Dado que el hombre es un ser que toma posición siempre frente a su entorno, tanto para sobrevivir como para modificarlo, la cultura es la que le proporciona los útiles necesarios para esa mediación (hombre-mundo). Cada cultura posee sus propios sistemas de mediación, para representarse e interpretar el mundo.

Estos sistemas de mediación cumplen dos funciones: una función simbólica de representación y una función técnica de acción. Cuando nuestra experimentación y nuestra percepción mediatizadas del mundo experimentan una evolución, nuestra relación con el mundo se transforma fisiológicamente, pues todo sistema de mediación modifica nuestra percepción del mundo.

Nuestra época se caracteriza por la multiplicación de los tipos de mediación, por ello nuestra percepción de la realidad pierde su coherencia. Este medio mediático, al interponerse entre la vivencia y la realidad, produce un efecto de distanciación que deja cada vez menos espacio para la percepción directa de la existencia.

Esta híper-mediatización no le permite al hombre más que experiencias de segunda mano. Las experimentaciones directas son atenuadas o suprimidas. Ahora bien, sin experimentación directa, el hombre no se auto-construye y cae en un estado de dependencia fisiológica, que se traduce en fragilidad orgánica, ante la eventualidad de la desaparición de las técnicas de mediatización.

Dado que cada medio mediático produce su propio esquema de relación con el mundo, y el individuo vive inmerso en un medio mediático extraordinariamente dispar y abundante, este último vive una sucesión de relaciones artificiales con el mundo, de tipo segmentario e inconexo. Los individuos pierden entonces todo eje referencial en sus sistemas de representación y de acción. De ahí la decadencia de las concepciones coherentes del mundo y la decadencia de la conciencia, es decir, de la percepción de uno mismo en el mundo.

La heterogeneidad de los sistemas de mediación refuerza una de las características de las sociedades mercantilistas: la inestabilidad de las formas de vida. El caleidoscopio de falsas impresiones que nos proporciona el medio mediático superficializa la vivencia social e impide la transmisión de valores culturales, dado que el enraizamiento en una cultura específica es imposible, ya que podemos consumir todas las culturas del mundo, a través del medio mediático.

Por otra parte, nuestra sociedad del espectáculo, desprovista de conciencia histórica, compensa la inactividad profunda de las existencias individuales por la agitación formal, basada en la sobreabundancia de espectáculos. De actor cultural, el individuo pasa a ser espectador pasivo de un juego, en el que no es parte activa. De ahí la resignación, la incapacidad para la acción, que caracteriza el psiquismo de los espectadores.

En este mundo de la mediatización en el que la maduración cultural desaparece a favor de micro-choques que martillean al individuo con incitaciones constantes, las pasiones ganan en falsa intensidad lo que pierden en profundidad y en serenidad. Asimismo, vivimos en una época de contactos fáciles que traducen una mercantilización de los sentimientos, al tiempo que un mimetismo de las estructuras de la familiaridad relacionales, mantenidas con los sistemas de mediación. En parte, porque el hombre contemporáneo experimenta una multiplicidad de contactos con imágenes mediatizadas, dado que se alimenta de una sobreabundancia de impresiones y de informaciones, su psiquismo proyecta en su mundo personal este tipo de actitud relacional.

El sentimiento comunitario desaparece, pues el yo, hipertrofiado a la vez por el ambiente consumista y por la ilusión de autonomía aportada por el sistema mediático, pierde la experiencia de los demás, pero multiplica las relaciones, ya que observa mil caras por día, pero no ve ninguna, por lo que éstas no se integran en su psiquismo.

Para el hombre, su medio ambiente exterior es siempre excesivamente proliferante. Para vivir en él, tiene necesidad de una “descarga” de impresiones y de informaciones. Normalmente es la cultura la que filtra y aligera los impactos del medio, seleccionando los que le son útiles y significativos. Sin embargo, el sistema moderno de la mediatización no cumple este papel, sobrecargando por el contrario nuestras percepciones. El exceso de impresiones que obtenemos de los sistemas de mediación contribuye a acentuar la pérdida de significado que constatamos en la sociedad mercantilista. El espectador, ahogado y bombardeado por estímulos visuales y por una avalancha de discursos insignificantes, pierde toda facultad de clasificación y de jerarquización de sus apreciaciones, no solamente de los propios mensajes, sino también del mundo que le rodea. La inteligencia selectiva se atrofia, no sólo por la mediocridad de los mensajes, sino a causa de su sobreabundancia rítmica, que mata toda sensibilidad armónica. Los individuos, en presencia de un universo sin “descarga” y pletórico de mensajes vacíos, pierden todo recurso crítico y dejan de ser aptos para seleccionar las impresiones recibidas del exterior.

Estos sistemas mediáticos, lejos de incrementar la información, tienden más bien a neutralizarla, quitándole toda significación por una acumulación no-discriminante de mensaje, que los aplasta, haciéndolos flotantes y transparentes. Pasado un cierto umbral, la abundancia se destruye a sí misma como auto-negadora de sentido. El exceso de información conduce exactamente al mismo resultado que la ausencia de información: cuando hay demasiados mensajes, y todos valen lo mismo, nada cuenta, nada queda, todo queda indiferente.

El universo mediático fabrica semi-hábiles, muy útiles para el sistema mercantilista, gracias a la falsa certidumbre de saber y de competencia que le proporciona al espectador el mensaje informativo. Además, tiende a desestructurar el psiquismo individual, puesto que el individuo no es capaz de descifrar el mundo exterior, ni de valorar adecuadamente la realidad. Esta desestabilización es tanto más peligrosa cuanto que las víctimas no tienen conciencia de ella.

La sociedad mercantilista tiene necesidad de la dictadura de la imagen para adormecer el espíritu crítico del espectador, distraerlo, distenderlo, es decir, hacerle olvidar lo que es esencial, pacificarlo y despolitizarlo. El hombre, absorbido y digerido por el medio mediático, se convierte en un ser sin memoria, sobre el cual puede reinar el dictador totalitario y sin rostro de la sociedad "avanzada".


9 comentarios:

Mensajero dijo...

"No hay peor esclavo que el que ama sus cadenas"
El hedonismo y la lujuria son herramienta de sometimiento mucho más efectivas que el control y la castidad.
No obstante, no sale negro toda la noche, en algún momento, Yin se transforma en Yang y el groupier canta un colorado.
Por eso: "ya llegará el tiempo del sosiego, mientras tanto que la paciencia guíe nuestros actos"...o,
"No es tiempo de atravesar las grandes aguas", "Cuando reina la oscuridad, la luz debe ocultarse y preservarse para el futuro".
De acuerdo, soy un optimista.....
Guy Debord, el autor de La Sociedad del Espectáculo ¿supo que ese futuro que vislumbró era inexorable?
Como sea, la ironía es que, así como lo setentistas favorecieron la implementación del sistema que decían combatir, lo revoltosos del 68, de los que él formó parte, dieron vida sin quererlo al monstruo que tanto detestaban; ellos pensaban que el enunciar que "debajo del asfalto está la playa", iba a liberar al hombre de sus castos deberes; lo único que hicieron es dar letra para el inicio del impersonal reino de la masificación individualista.
Saludos.

Mensajero dijo...

Fe de erratas: croupier, no groupier....

Occam dijo...

Mensajero: Otra vez excelente su comentario, con el que no puedo más que coincidir por completo, incluso en su determinismo optimista (que más allá del adjetivo, se asemeja bastante al de Cioran en la primera parte de "Desgarradura", del que me acabo de acordar, y próximamente le haré su debido honor).
Impecable su lectura de las consecuencias funcionales del Mayo francés. Es tal cual.

Un abrazo.

Estrella dijo...

He leído detenidamente este fragmento de Pinedo. Además de subrayar varios párrafos, me voy con algunas nuevas ideas y razoamientos. Gracias por el aviso.
Saludos.

Occam dijo...

De nada, Estrella. Me alegro de que te haya interesado. Venía muy a propósito de tus reflexiones, y por eso pasé el aviso.
Mis más cordiales saludos.

pau dijo...

¿No será demasiado apocalíptico?
En última instancia, desde hace cientos de miles de años que el grueso de la información evolutivamente relevante es de "segunda mano": mediatizada. No veo que hubiera que preocuparse por una cuestión categórica. ¿sí por una cuestión de exceso?, yo no creo, pero habría que ver el texto en su con.texto...¿no?

Me queda picando la duda: ¿usté que piensa?

S2

Occam dijo...

Pau: Yo adhiero a la opinión del autor, que no me parece apocalíptica, a no ser que por apocalipsis se entienda el fin de un tipo de hombre. Sí me parece muy sincera, y entiendo, con Foucault, que el control social efectuado por la domesticación de los espíritus es más infalible e implacable que el efectuado por la domesticación de los cuerpos.
Claro está, esa evidencia se torna patente cuando determinadas culturas, y su capacidad de decodificación y jerarquización de la realidad, son aniquiladas, pierden su dinamismo y su sustancia, para convertirse en productos en formol, de museo, para el stock etnográfico de la humanidad globalizada (for export & travel), dejando al individuo inerme frente a la pantalla, sin capacidad de clasificación de ningún tipo, sin capacidad de pensar por sí mismo, abrumado por shocks de imágenes que generan una realidad inconexa y caótica, sin posibilidad de construcción de una visión particular (ética).
En todo caso, nuestro ingreso tardío a la sociedad mercantilista avanzada (recién en los '90 la gente tuvo acceso masivo a la TV color y hace 15 años a la multiplicación de la oferta mediática) impide ver con claridad lo que en países centrales ya se apreciaba con nitidez mucho tiempo atrás. Pero basta con ver el comportamiento de los nuevos jóvenes, la falta de criterios de valoración, la fuerza de las modas, la carencia de espíritu crítico, la absorción de cualquier extravagancia ridícula sin beneficio de inventario, para entender que la prospectiva es cierta e inexorable.
Mis cordiales saludos.

piscuiza dijo...

Lejos el mejor post que leí y eso en su blog es mucho eh. Será que el tema me apasiona. Una pena que lo haya leído a destiempo, porque cualquier amago de intercambio queda descartado.
Saludos

Occam dijo...

Piscuiza: Muchas gracias por su comentario, que en realidad debería hacer extensivas al autor.
No va a faltar oportunidad de extendernos sobre esta cuestión, lo prometo.
Mi cordial saludo.